Hace muchos años, unos 40 años, nací en una granja, yo estaba destinada a ser una buena mastina, protegiendo al rebaño de ovejas de la granja de ladrones y animales que nos acecharan.
Pero no sé por qué razón, quizás me escapé por hambre, quizás fuese que no hacía bien mi labor y se cansaron de tenerme allí, un día salí a recorrer mundo, pero no conocía nada más ni a nadie más de los que en aquella granja había conocido.
Anduve por un camino, que me llevó a una carretera, quizás ese camino negro me facilitara encontrar mi nuevo destino, hasta que vi una cosa muy extraña, eran personas con ruedas.
Varios hombres andaban con ruedas por esa carretera y al verme, tan grande yo, se asustaron, todos menos uno que redujo la marcha a ver que hacía yo, y yo reduje la marcha a ver que hacía él y así, sin terminar de fiarnos el uno del otro avanzamos por aquella carretera.
Resultó que aquellos hombres iban a un lugar muy diferente a mi granja, había muchos árboles, casas con ruedas, niñxs, adultxs, gatos y perros.
Aquel hombre sin miedo me dio de comer, me dio agua y me quitó muchas garrapatas, que vida aquella, pero ¿aceptaría el resto de personas que me quedase allí?
Lo consiguió, por lo visto habían tenido problemas de robos y una perra tan grande como yo pensaron que sería adecuada para asustar a quien apareciera, así que poco a poco fui conociendo a aquellas personas, a sus perros y a sus coches, así cuando venían ya sabía que vivían allí y aunque a lo mejor les ladraba un poco, pero en un volumen muy alto, me llamaban por mi nombre y todo quedaba solucionado.
Yo era Rosa, un nombre muy bonito para mí.
Lo que peor llevaba eran los gatos, más que nada porque donde había gatos había comida, así que allí llegaba yo corriendo para espantarles y comerme todo lo que quedaba. Una de esas gatas era Margarita, pero eso es para otra Perro Aventura.
Allí viví muchos años y fui muy feliz, además de ayudar mucho a aquellas personas, como cuando escuché a un niño llorar, estaba con su triciclo por una zona con la hierba muy alta, donde era fácil que hubiese serpientes, ¿pero cómo carajo ha llegado aquí este niño? así que me puse a su lado y ladré con todas mis fuerzas hasta que un señor, que le llamaban el guarda y me cuidaba cuando allí no había más personas, y cogió a ese niño y lo llevó con su padre.
Ese niño era Mr. Hueso y ese padre el señor que no tenía miedo a los perros y que trajo a Rosa a nuestras vidas, mi padre, Manuel Hueso. Y Margarita, que también sale en esta historia, fue una de nuestras gatas, muy valiente y muy lista, que nunca se dejó atrapar por Rosa la mastina.
Por desgracia Rosa murió envenenada porque a una persona le fastidiaba que ladrara a su Yorkshire y decidió pagarle así tantos favores y años ayudando a aquella extraña población de casas con ruedas y habitaciones de tela.
Muy bonita historia Mr. Hueso!
Espero con ganas leer más perroaventuras!
Muchas gracias Lluis