Hola, soy Néboa y esta es mi historia.
No recuerdo en qué momento me hice mayor pero sí recuerdo el momento en que alguien me encontró. Sola, perdida, hambrienta, esquelética y asustada. Me cuidaron. Poco a poco me fui recuperando y mi mirada fue cambiando. Recuerdo que un día me subieron a un furgón y aparecí en un pequeño refugio, donde había otros como yo y los humanos hablaban un idioma diferente. Tiempo más tarde supe que aquel refugio arcoíris «O Arco da Vella» era un lugar mágico que servía de tránsito entre la soledad y la vida en familia que tengo ahora.
Todo cambió el 5 de marzo de 2020 cuando ellos cruzaron la puerta do Arco da Vella. Eran Patricia y su padre. Me invitaron a irme con ellos. ¡Casi no tuve ni tiempo de despedirme de todo el refugio! Aquellos dos humanos algo tenían de especial porque enseguida sentí que me dirigía a mi hogar con mi familia.
Los primeros días fueron todo un descubrimiento de nuevos olores, colores, lugares, un mar salado e inmenso, la playa, las rocas, los caminos, una cama, el sofá, los juguetes, la comida…En esos primeros días nunca me dejaban sola y ¡no me extraña!
En cuanto nadie me miraba, me mordía a mi misma las patas y la cola, así que decidieron mantenerme un poco ocupada con «cosas». Que si un Kong lleno de comida para sacar, que si una búsqueda del tesoro en una caja llena de cachivaches, que si paseos por sitios preciosos y desconocidos, que si un olfateo de salchichas, visitas al veterinario, ¡un ir y venir!
En esos días aprendí que Néboa era mi nombre y que qué mejor que volver cuando me llamaban, así que enseguida descubrí la libertad de caminar y correr a mi aire. Con regresar al escuchar ¡Néboaaa!, asunto solucionado y todos contentos. Lo que ellos igual no sabían es que esa llamada se había convertido en mi lugar seguro, donde mis miedos quedaban al resguardo del mundo.
Pero en diez días, todo cambió. La culpa era de un virus o algo así les oí decir. Las «cosas para mantenerme ocupada» se convirtieron en «cosas que hacemos en casa a diario» porque a penas podíamos salir a la calle. Así que, las pocas veces que salíamos, me lanzaba a correr en círculos como si no hubiese un mañana para recuperar todos los kilómetros que no había corrido en el paseo anterior.
Por si acaso la cosa empeoraba. Durante los meses «en casa» aprendí a relajarme con aceites esenciales. Aprendí un poquito de autocontrol y fui descubriendo la comida de verdad: ese pollito crudo con cosas que no duraba casi nada en el plato.
Y así pasaron marzo y abril.
En el mes de mayo, con la primavera, todo fue mucho mejor. ¡Llegó mi primer arnés con el remitente de Mr. Hueso! En ese momento no sabía que años después nos conoceríamos en persona y podría demostrarle durante un buen paseo, que me asusto de muchas cosas y necesito tiempo para entender qué ocurre a mi alrededor.
Tiempo después Patricia se apuntó a la formación Paseos Felices para ayudarme, llegando a haber coincidido en persona con Mr. Hueso en dos paseos grupales en Asturias, los veranos 2021 y 2022:
Pero volviendo a aquella primera primavera en mi nuevo hogar, el sol y el calorcito nos permitió empezar a ir a la playa y así continuamos todo el verano. Así conocí a la patrulla playera: Suki, Pepa, Leira, Terry, Rufo, Lola y los abuelitos Coquesi y Claudio.
Aquel verano, mi primer verano al lado del mar, fue muy especial. Los siguientes ya no han vuelto a ser igual. En aquel verano de 2020 estábamos nosotros solos en la playa y nuestras humanas. Siempre juntos. La pandilla perruna. Sin visitantes foráneos que rompieran la armonía y ocupasen todo el espacio con pelotas, gritos y minihumanos (que no me gustan mucho, ya que estamos sincerándonos). A los dos abuelitos los despedimos hace dos años y a los demás todavía los veo de vez en cuando.
Así fueron los comienzos. Más adelante continuaron las aventuras y desventuras. Siempre que podía, mi humana me llevaba de excursión o de auxiliar de muestreo. Íbamos de ruta por el monte, por el río, a las setas, a la costa. Descubrí que los erizos de mar parecen pelotas pero no lo son, los pepinos de mar parecen palos pero son amargos y salpican y los cangrejos son un manjar difícil de atrapar.
En una de esas andanzas marinas, entre mi emoción y la confianza de trepar por lugares conocidos, me corté una pata con una ostra. Siete puntos me dieron. Así que me pusieron un calcetín rosa y no me quedó más remedio que tomarme un descansito por unas semanas.
Patricia, mi humana, también me llevaba de viaje cada semana a Escuela Tephira donde Virginia siempre sacaba lo mejor de mí. Desde entonces intento mejorar mi reacción con todo lo que me rodea. Soy un poco sensible «a todo», por decirlo de alguna manera. Aunque lo mejor de aquellos viajes fue ver que a Patricia cada vez la entendía mejor. Supongo que el aprendizaje también era importante para ella. Ahora con mirarnos, ya sabemos lo que necesitamos cada una.
Desde hace un par de añitos puedo decir que tengo dos casas: una para el día y otra para la tarde-noche. Por las mañanas me recoge «buelito» porque Patricia no tiene mucho tiempo para estar conmigo. Así que todas las mañanas toca «el paseo» con los amigos de todos los días. Y por las tardes mi vida es muy variada: después de la santa siesta puede pasar cualquier cosa. Solo hay que dejarse llevar.
Creo que soy una perra feliz. Nadie puede ser feliz las 24 horas del día durante los 365 días del año, pero cuando me tumbo tranquilamente en el jardín, junto a las alegrías de color rosa y bajo los rayos del sol, siento que este es el mejor sitio del mundo para vivir, rodeada de quienes me cuidan y me quieren.
¡Qué más le podemos pedir a la vida perruna!
Como participamos en el «Concurso del año Mr. Hueso 2024» y mi foto fue seleccionada para salir en el Calendario Mr. Hueso 2025, soy la prota del mes de julio, así que Patricia y yo tendremos la oportunidad de ir a un paseo grupal gratis.
Posiblemente iremos al de octubre en nuestra provincia, Lugo ya que vienen por primera vez a Galicia, porque en el mes de julio que yo soy la chica del mes irán a Vizcaya y me queda muy lejos.
Os recomendamos conocer el negocio de productos ecológicos de Patricia, situado en Ribadeo, Lugo: O Ferrado Marelo