Según me han contado, la culpa de que esté en la casa de los Cruz López, con Angela, Manuel, Paco y Eva, la tiene un pequeño chiguagua (Matías) que se perdió entre olores femeninos y salió en una loca carrera, directo hacia la carretera, acabando bajo un gran coche de gama alta de los que abundan en El Ejido.
A partir de ese día quedó un hueco muy grande en la casa (con lo chico que era el otro…) todos lo echaban de menos, los niños del barrio y sobre todo Eva.
Al parecer el luto de los perros dura bastante, porque según he escuchado, la pena no aflojaba, entonces pensaron que cuidar a otro cachorro podía ayudar.
Al parecer a mi dueña se la veía bastante triste, porque cuando dijo que en un pueblo cercano había cachorros de perros de aguas, Paco (mi otro dueño) no lo pensó y fueron a verlos.
Allí estaba yo, en un cortijo de Dalias, todo despistado, una bola de pelo que se dormía sobre el calzado de trabajo del dueño de la casa. Yo estaba muy bien, con mis padres y rodeados de mis hermanos perrunos, despreocupado de todo, era un criajo de tan solo dos meses y medio.
Sin preguntarme, me cogieron en brazos y me cambiaron de casa, lo cierto es que la bienvenida fue genial, porque en mi nueva casa me esperaban los amigos, niños del barrio (Aneta, Paco, Carlos y Adela) en cuanto me vieron, pensaron un nombre para mí: Jacinto (acertaron de pleno).
Como yo era muy chico, me pareció bien. Ya tenía una cama preparada, me prestaron juguetes, todo lo que se puede desear, pero yo añoraba dormir acurrucadito en los zapatos de trabajo que había dejado atrás, así que Eva tuvo que pasar varias noches pegadita a mí para que me sintiera seguro.
Poco a poco pasó el tiempo, todos nos adaptamos, daba pequeños paseos por el barrio y los niños jugaban conmigo, cuando tuve las vacunas los paseos se hicieron más interesantes y largos. Eva me coloca un arnés, yo siempre remoloneo porque quiero salir lo antes posible, pero una vez puesto voy sin prisa, sé que podré olisquear tranquilamente.
Eva durante unos días me llevaba en coche a jugar lejos de casa, donde ella me llamaba y daba instrucciones, asesorada por un hombre que no era de la familia, para que corriera hacia ella, sentara y cosas así, me daban salchichas, pero yo ya, corretero igual cuando ella me llama, con o sin salchichas, me gusta jugar con ella.
Ya llevo un año viviendo con mi familia, hemos hecho muchas cosas, pero sobre todo nos conocemos y entendemos cada día mejor, desde que Eva hizo una formación de paseos con Mr. Hueso parece que aprendió mucho.
Este verano hemos estado de camping, he descubierto que la playa y los chiringuitos me gustan mucho, sobre todo porque el olor de este mar, me encanta, hay pájaros y muchísima arena donde hacer agujeros.
Los niños del barrio ya no vienen todos los días a verme como al principio, pero cuando salgo de paseo siempre me los encuentro, es una fiesta por todo lo alto, así da gusto salir a la calle.
Tengo otros amigos perrunos en el barrio, (Nube y Huete) con los que coincido en alguno de los paseos del día, nos llevamos muy bien cuando alguno tiene un día malo, solo hay que dejarle su espacio y no agobiarlo más de la cuenta; así todo va bien.
Eva se va de casa muy temprano, pero Paco como trabaja cerquita, viene a verme y sale de paseo conmigo, para que no pase tantas horas solo en casa, esto lo valoro mucho, porque Paco dice que no es de perros, pero me lleva al chiringuito donde trabaja en verano y si me pongo perdido de arena me limpia lo mejor que me dejo; se le nota que le gusto y se esfuerza por aguantar mis achuchones y mordiscos de atención sin perder los nervios.
Creo que en esta familia nos queremos muchísimo, no nos perdemos de vista, por muy lejos que estemos (eso que Angela se ha ido a México y ahora solo la veo por video). Yo me quedaré cerquita de todos, por si alguno necesita un lametazo o achuchón, creo que eso ayuda en los malos ratos y si me asusto o me siento mal, los buscare porque ellos sabrán lo que necesito.