¡Hola!
Mi nombre es Justina y tengo un año y medio. Dicen que soy una galguita Italiana, aunque creo que nací en Valencia en no sé qué de un criador, así que de italiana poco, pero estos humanos son así… ahora os contaré lo del criador, que recuerdo poco, pero antes quiero deciros que vivo feliz con mis dos papás y mi súper hermana-madre-amiga Tora, una señora perra de 40 kilazos, ya entradita en años, de la que he aprendido muchas cosas bonitas porque como dice papá, ella es muy bonita (es su ojito derecho, lo sé, pero lo entiendo y además me encanta, porque para mí también lo es). Total, que con tres meses y medio acabé en esta casa que en poco tiempo, se hizo mi hogar. Y aquí he crecido rodeada de amor y comprensión, así que mi historia no es una de esas historias que empiezan mal como la de tantos compañeros perros, yo tuve suerte, porque cuando escucho a papá contar mi historia pienso que podría haber acabado mal, muy mal.
Por lo visto soy hija de la pandemia, ni idea de lo que quiere decir, pero el caso es que con dos meses me separaron de mi mamá y de mis hermanitos y me enviaron desde Valencia a Madrid, como si de un paquete se tratara. En Madrid empezaba mi vida con una pareja humana que me llenaron de besos y amor, supuesto amor… a parte de esos dos humanos, en la casa también había un compi perruno muy parecido a mí, pero de otro color y más mayor, creo que tenía la edad que tengo yo ahora. Pero este tipo, no sé, estaba un poco rayado… hacía cosas que de haber seguido mucho tiempo con él, seguro me habría pegado alguna de esas manías. Lo bonito duró poco, yo por lo visto, era muy trasto y mi compi perruno también, incluso creo que se marcaba mal genio con la parejita… total que no sé si fue mi culpa o la suya, un día, al mes de estar con ellos, la pareja decidió que ya no podía más con la situación y llamaron a la perrera para dejarnos. Y ahí apareció papá. Yo entonces no era consciente de nada, pero ahora veo la suerte que tuvimos, tanto yo como mi compi perruno.
Papá, que por lo visto lleva años y años salvando vidas perrunas, tenía un contacto en esta perrera y tras unas llamadas telefónicas, esa misma tarde se plantó en mi casa. Por lo visto, según le escucho que cuenta, ese día estaban comiendo en el jardín con unas amigas y ni corto ni perezoso, en el momento del postre se levantó y dijo: “ahora vengo”, y ya volvió conmigo. Papá fue majo desde el minuto cero… recuerdo que le mordisqueaba por todas partes y que me llevé su mochila arrastrándola por el salón. La parejita empezó agobiada a regañarme y recuerdo que él dijo que me dejaran y que no se preocupasen, que solo era un bebé… al rato, tanto mi compi perruno como yo, estábamos en el coche de papá. La parejita lloraba… no entiendo a los humanos, sobre todo a algunos humanos, en fin.
A partir de aquí empezó mi vida de verdad, una vida llena de amor. Amor del bueno, no del caprichoso. Por lo visto, llegué a casa para estar de acogida hasta encontrar una buena familia pero yo cuando vi el percal, no os voy a engañar, saqué todos mis encantos a relucir para quedarme: carita de bebé con lengüita fuera, dormir acurrucada en el cuello de mis papis, mearme donde pillaba, arrancar flores, cagarme en el césped, molestar a mi hermana-madre-amiga constantemente, subirme en las mesas, robar comida… ¡pues eso, lo que vienen siendo todos mis encantos de cachorro! ¿y sabéis qué? ¡funcionaron! aquí me tenéis, un año y medio después, jeje. Por lo visto mi compi perruno se quedó en casa de un buen amigo de mi papá que entendía sus neuras, así que par él, también empezó una bonita vida.
El resto de mi historia está por escribir, pero de momento os puedo contar que mis papis se han armado de paciencia conmigo porque he sido ( y a veces sigo siendo) intensita que dicen ellos. Me he criado con mucho cariño, con límites pero sin noes ni chistidos de esos desagradables. A diario damos unos paseos por el campo de muerte, yo a veces me pierdo un poco detrás de algún bicho o de un rastro pero papi sabe que siempre voy a volver y ni me llama, es un alivio poder hacer lo que a una le gusta en cada paseo. En casa ya dejé las acrobacias y lo de robar de la mesa, en algo se tiene que notar que soy más mayor, y prácticamente me paso el día de siesta…bueno vale, por la noche, justo antes de la cena me da un poquito de subidón y me pongo intensita pero vamos, que son unos minutos, jiji.
Ya os iré contando ahora que le he cogido gustillo a esto de escribir en el ordenador, pero no tengo duda de que mi vida será tan bonita como la de mi hermana-madre-amiga Tora de la que he aprendido y sigo aprendiendo muchas cosas. Papá dice que soy el legado que va a dejarles la maravillosa Tora y yo pienso que de mayor, quiero ser como ella.
Cada noche, cuando acabo el día, me siento muy afortunada y mi úlitmo deseo antes de dormirme, va para todos los perros del mundo deseándoles una vida de respeto y empatía por parte de sus humanos, donde el castigo no tenga cabida. Aún soy muy joven, pero estoy convencida que mi especie es maravillosa y de que pronto todos los humanos del planeta se darán cuenta de ello y nos tratarán como a reyes y reinas, porque no merecemos menos.
Os mando muchos lametones y movimientos de colita.
Fdo: Justina la pícara