¡Guau!… digo… ¡Hola!
Para quien no me conozca, soy Garbo, “Bito” para los amigos. Tengo 1 año y 3 meses y estoy en plena adolescencia, pero antes de nada, os contaré mi historia desde el principio.
Nací en un campo de un pueblo de Zaragoza, allí viví junto a mis 3 hermanos y mi madre, una perrita Beagle, durante unas dos semanas. De mi padre no sé nada, se fue un día a por pienso y no volvió. Una mañana, una humana y su familia nos encontraron mientras paseaban y decidieron recogernos y repartirnos a mi madre y mis hermanos en diferentes casas de acogida. Aunque los mimos humanos y el calorcito de un hogar no están nada mal, yo echaba mucho de menos a mi madre y mis hermanos, aún no estaba preparado para separarme de ellos tan pronto, quizá por eso, en algunos momentos mis humanos de acogida no lograron entenderme y pasé por diferentes casas hasta encontrar a mi familia definitiva.
Mis padres, Laura y Luis, vivían felizmente con mi hermana gata Rosita, y con Padowin, otro hermanito gato que yo no llegué a conocer. Un día Padowin se puso malito y tuvieron que decirle adiós. Todos estaban muy tristes, incluida Rosita, lo echaban mucho de menos y faltaba la alegría en casa. Laura y Luis decidieron que Rosita estaría mejor con compañía, otro hermanito gato no era posible ya que Rosita tiene una enfermedad contagiosa para otros gatos, así que creyeron que incorporar a la familia a un perro podía ser una buena opción. ¡No sabían lo que les esperaba!
Mis padres contactaron con la protectora que se hacía cargo de mi, y con 2 meses y medio, llegué a sus vidas ¡Qué revolución!. Laura enseguida se dio cuenta que necesitaban ayuda para entender mis necesidades y conseguir que la convivencia con mi hermana fuese lo mejor posible, así que al día siguiente de llegar a casa, ya conocí a Mr. Hueso.
Raúl enseñó a mis padres a entenderme mejor, y también les tranquilizó, pues estaban un poquito preocupados, en petit comité reconoceré que mi hobbie favorito por aquel entonces era perseguir a Rosita por toda la casa, ¡qué divertido era! ¡lo que corría la pobre para que no la alcanzara!
Otras de mis aficiones preferidas en esa época era mordisquear los bajos de los pantalones de mis humanos, robar escobas y destrozar almohadas. Laura y Luis se ponían un poco nerviosos, sus vidas habían cambiado mucho con mi llegada, pero enseguida con las pautas de Mr. Hueso todo fue muy sencillo, les recomendó unos juguetes chulísimos y unos snacks riquísimos que pronto preferí a morder escobas.
Ya han pasado unos meses desde entonces, ya no soy un cachorro, y pese a que todavía nos estamos adaptando los unos y los otros a la vida juntos, todo va muchísimo mejor. Ahora, en mi adolescencia, me he vuelto un poco inseguro con otros perros, les ladro desde lejos cuando no los conozco, pero de buen rollo, solo quiero ir a saludarles, aunque a veces no se muy bien como hacerlo y los desconocidos me echan la bronca.
Para ayudarme a relacionarme mejor, mis padres humanos me han apuntado a «La manada del hocico», donde conozco a un montón de amigos que me enseñan a comportarme como un perro adulto, a mi me encanta ir, me lo paso genial, aunque he de decir que lo que más me gusta de todo es cuando estoy con Salsa o Peca, las labradoras de Mr. Hueso, me tienen loquito y enamorado…
Todavía a veces, me gusta hacer el gamberro y de vez en cuando les gasto alguna bromilla destrozando alguna almohada, por eso de recordar los viejos tiempos. Aun con todo, ya la familia marcha sobre ruedas, todos somos muy felices cuando pasamos el tiempo juntos, me llevo muy bien con mi hermana Rosita, ya no la persigo casi, ¡incluso a veces me deja darle lametones en la cabeza! Nos gusta dormir juntos y muchas veces abro el ojo y veo a Luis y Laura mirándonos embobados, les gusta mucho vernos pasar tiempo juntos, creo que están muy orgullosos de la familia que hemos construido.
Bueno chicxs, me despido ya, que es jueves y llegamos tarde a La manada del hocico… ¡Hasta otro día!