¡Hola a todos! Al habla Falco, también conocido como Falquito, Falquete, Falconetis, Bebito fiu fiu y un largo etcétera.
Mi historia en el mundo empieza el día 1 de julio de 2020, según el pasaporte que me han preparado los humanos, pero yo creo recordar que mi historia empieza algún añito antes, aunque esa época me la guardo solo para mí. ¡No voy a ser yo quien me ponga años de más!
Con esta pista algunos ya habréis sospechado que soy un perrete adoptado y que mi fecha de nacimiento siempre será un misterio por resolver para mi familia.
Os voy a contar mi último año, que es del que no tengo lagunas. En verano de 2021 “aparecí de repente” con mi hermana y con un compi mastín en una finca de un pueblo al sur de Salamanca, los tres en pack. Ninguno de nosotros teníamos vocación de pastor así que no nos querían allí y llamaron a la perrera. ¡Qué vergüenza!
Hasta el chico que vino a recogernos se dio cuenta de que estábamos muy aclimatados a aquel sitio y de que llevábamos viviendo allí bastante tiempo…En fin.
Estuve dos semanas en la perrera y nuestro cuidador, Rafa, aún guarda un buen recuerdo de mí. En seguida, Rafa les dijo a las chicas de la protectora “Borders sin fronteras” que mi hermanita y yo estábamos allí y nos libraron de una vida entre rejas…
¡Nos fuimos a Badajoz! A una residencia donde tenían más tiempo para ocuparse de nosotros. De pronto, un día unos humanos se llevaron a mi hermana pero yo seguí allí un par de meses más.
Durante ese verano, aunque yo no lo sabía, a 700 km de mí había una humana salmantina que vivía en Zaragoza y que estaba decidida a compartir su vida con un peludo de cuatro patas. Se pasó el verano buscando y rebuscando por un montón de protectoras para encontrar a su compañero ideal y vio mi foto en la página de BSF que, por cierto, salía especialmente guapo y haciendo lo que más me gusta, en la resi de Badajoz.
Cuando les preguntó a las chicas por mí y le dijeron que yo también era salmantino no hubo más que hablar, tenía que ser yo, ¡entre charros nos entendemos! O eso creía…
Menuda sorpresa nos llevamos cuando ella me dijo que era de Morasverdes y se enteró que mis raíces salmantinas venían de Tenebrón, ¡el pueblo de al lado, el pueblo de su abuelo! Seguramente habíamos estado a tan solo 7 km el uno del otro en algún momento.
¿Qué pequeño es el mundo y cuántas vueltas hemos dado hasta encontrarnos, verdad? Pero… ¡qué horror! ¡Si los de Tenebrón y los de Morasverdes no nos podemos ni ver! ¿Conseguiríamos llevarnos bien?
Parece que desde que he llegado a su vida le tiene menos asco a mi pueblo, aunque de vez en cuando me lo recuerda cuando me pongo cabezón, “¡de Tenebrón tenías que ser!”
Bueno, después de esta historieta de la España rural, seguimos…El 12 de septiembre de 2021 esta tal Marina se presentó en Badajoz a buscarme. En cuanto abrió la puerta del coche allí me subí yo, ¡sin arnés y a lo loco! Menudo día de coche pasamos hasta Zaragoza, tardamos casi 10 horas porque esta pesada paraba cada 100 km para que hiciera pis, se pensaría que era una fuente…pero yo ya no bajaba de aquel coche por nada del mundo.
Por fin llegamos a Zaragoza, a mi nuevo hogar. Lo primero que hice fue mearme en un sillón rojo que había a la entrada para que todo el mundo supiera que había llegado. Mi humana no entendió mi presentación y me riñó un poquito, ¡joe! ¡encima de que fui considerado y elegí el mueble más feo y hortera que había en la casa!
Pero resulta que no tenía que presentarme a nadie más, vivimos solos la humana y yo. Bueno… y el sillón rojo, que aún sigue danzando por aquí como elemento conmemorativo.
Yo soy el primer compiperro de mi humana y no hace falta que lo jure, ¡esta tía no se enteraba de nada! Ella pensaba que cuando yo llegase a casa y viera el montón de juguetes que me había comprado, una cama blandita, un pienso caro y un techo bajo el que dormir todo iba a ser una fiesta de alegría, saltos, juego y lametones.
Nada más lejos de la realidad. Pasé las dos primeras semanas durmiendo un montón en los rincones de la casa, sin querer salir a la calle y remoloneando para comer.
Por si fuera poco, como ya os habréis dado cuenta, soy un Border Collie y con ello llevo encima el “San Benito” estrella que cae sobre mi raza: necesito horas y horas de ejercicio físico a diario para ser feliz.
De hecho, esa fue una de las razones por las que mi humana me eligió. Ella trabaja en el campo censando pájaros, podría ir con ella todos los días a correr y olfatear durante 6 horas por el monte. Por eso, quería darle la oportunidad de tener esa vida a un perrete que disfrutase de todo aquello, así que ¿quién mejor que un border collie?
Pues otra sorpresa más. Primeros días “en el trabajo”, en plena naturaleza y yo me resistía a bajar del coche. “He adoptado al único perro que no le gusta el campo”, pensaba ella.
Todo esto desconcertaba y preocupaba a mi humana un montón, “este perro está triste, está deprimido, ¿no le gusta su nueva vida? ¿Qué le pasa?” ¡¡Yo solo necesitaba tiempo para adaptarme a tanto cambio!!
Poco a poco fui soltándome a mi ritmo. Durante los siguientes dos meses, ya tenía más ganas de explorar el monte y comía como el primo de Zumosol. Pero aún seguía siendo bastante retraído.
Íbamos mucho al parque, donde había un montón de perros que no conocía de nada recogiendo las pelotas y frisbees que constantemente se les escapaban a los torpes de sus humanos de las manos. Yo no les hacía ni caso a esos cacharros.
¡Otra preocupación para mi humana! No entendía que no me gustase “jugar” a la pelota, a mí, un border collie que nos encanta correr, ¿Qué extraño todo verdad? Ahora lo echa de menos…
Mi humana empeñada en que hiciera amigos y jugase y fuese feliz no hacía más que meterme en un redil que llaman “pipican” con otros cuantos perros y sus humanos, pelota va, pelota viene…
Si toda esa pandilla de perros iban detrás de las pelotas, pues voy a integrarme y hacer lo que todos hacen. Mi humana estaba supercontenta porque “había empezado a jugar y estaba más feliz” a sus ojos de tutora inexperta.
Empecé a cogerle el gusto a eso de perseguir cosas que se mueven, tanto que se convirtió en una obsesión. Me daba absolutamente igual que mi humana se fuera de allí mientras hubiera pelotas, no me dejaba coger por nada del mundo para irme a casa.
En el redil, a veces también nos poníamos a correr todos mis colegas a toda velocidad persiguiéndonos los unos a los otros mientras los tutores se alegraban de vernos “tan felices” y comentaban cómo jugábamos.
¿Acaso están ciegos los humanos? No se enteran de nada, lo que pasaba es que siempre que alguno se ponía un poco nervioso y los demás intentábamos calmarle, pero todo se convertía en una espiral de nervios y adrenalina que a veces acababa con algún que otro bocadito o con alguno de nosotros estampado contra un árbol, yo incluido.
Mi humana se estaba coronando como tutora… parecía que no vivíamos en el mismo mundo. Yo en casa seguía intentando descansar todo lo que podía de tanto trote pero, a sus ojos, era tristeza porque ¡soy un border collie y no estoy dando saltos todo el día! ¡Qué paliza! ¡si no estábamos en el campo estábamos en el parque! ¿Y la siesta para cuándo? ¡Eso es sagrado!
Por fin buscó ayuda para entenderme y llegó a nosotros un tal Mr. Hueso, que le hizo entender a mi humana que antes que un border collie soy un perro, que necesito descansar más horas que un humano, que es más beneficioso para mí resolver problemas con mi cabecita o utilizar mi olfato que pasar largos ratos corriendo detrás de una pelota, que los perros tenemos nuestro propio lenguaje y una gran capacidad para gestionar nuestras relaciones si nos dejan expresarnos a nuestra manera, que lo que necesitamos para ser perros equilibrados es tranquilidad y no estar dando brincos todo el día, que ir al campo está genial pero no a todas horas y que, por mucho que me enseñase obediencia, perseguir corzos y conejos está en mi naturaleza y voy a correr detrás de ellos por más que me diga “¡NO!”.
Pero lo más importante, que ella es todo lo que tengo en este mundo y que para ser felices tenemos que tener un vínculo inquebrantable, que me tiene que respetar y me tiene que dejar ser. Así, yo siempre volveré con ella después de darme un paseo con los corzos.
Parece que después de esto, Marina se ha relajado con el diagnostico de que no estaba deprimido y por fin algunos días empecé a quedarme solo en casa descansando y aprendiendo a ser independiente mientras ella trabajaba. ¡Con lo que me gusta tener el sofá para mí solo! ¡Por fin!
Hemos dejado de ir al redil, aunque a mí me siguen encantando las pelotas a toda velocidad y a veces no lo puedo evitar. Antes Marina quería que jugase a la pelota y ahora no quiere, estos humanos nos van a volver locos…
Con más descanso y después que ha pasado un año en mi nuevo hogar estoy más dicharachero y con ganas de recorrer mundo.
Ahora lo que más me gusta del mundo es ir al campo. ¡Pues claro! ¿¡Cómo no me iba a gustar!?
Me encanta acercarme corriendo a conocer a los pajarillos pero parece que ellos no quieren saber nada de mí y salen volando, ahí es cuando mi humana puede contarlos a todos sin que se le escape ninguno. ¡Hacemos un gran equipo!
También me flipa correr con los corzos pero siempre me humillan y quedo el último de la carrera. Mientras, a mi humana le toca esperar a que vuelva. Antes, cuando regresaba estaba a punto de echarse a llorar pensando que me iba a perder ¡qué angustias, si me oriento mejor que ella y sin Google Maps!
Nada que con un GPS para que sepa dónde estoy no se pueda solucionar. Ahora cuando vuelvo lo que hace es decirme mis estadísticas de carrera, ¡soy la envidia de muchos runners!
Aún me queda un largo camino de obstáculos y algunas cosas que aprender a gestionar, como mi inseguridad, mis miedos o esas malditas motos que rugen más fuerte que un león, ¡las odio!
Vivir en la ciudad se hace cuesta arriba a veces…hay tanto ruido repentino, tanto movimiento rápido…Y los humanos parece que ni se enteran, siempre van con prisas como pollos sin cabeza, deberíamos enseñarles a parar un poco y disfrutar de los miles de detalles que hay en el mundo ¿verdad?
Tampoco me gusta ir a ese sitio que llaman “veterinario”. ¡Si es que por todo me llevan! Que si me da alergia no sé qué, que si tengo giardias, que si se me ha metido una espiga en el oído, que si me he comido una avispa (joe, aún recuerdo lo buena que estaba)…la verdad es que estoy hecho un pupas, pero bueno, ¡consecuencias de disfrutar de la vida!
Pero si que me lo paso muy bien en los Paseos Felices de Mr. Hueso, he asistido a unos cuantos, puedes verme en muchos de sus resúmenes.
Pues esta es mi historia…¡De momento! Aun me quedan muchas cosas que vivir, lugares que conocer, sensaciones que experimentar y traseros que olfatear. Espero que mi historia os haya servido a los humanos para entender a vuestros peludos un poquito mejor, para que intentéis mejorar su calidad de vida y para que os pique la curiosidad sobre la educación canina amable y empecéis a leer, ¡leed mucho!
¡Os dejo! Que se me hace tarde para ir al parque y no me va a dar tiempo a hacer pis sobre todos esos árboles. Me reconoceréis porque llevo arneses cómodos y preciosos Haqihana y unas correas muy largas que dice Mr. Hueso que es lo que necesito y apoyo su opinión.
Muchos lametones con sabor a jamón.